El bienestar emocional
Creemos que el aprendizaje significativo depende del desarrollo de las disposiciones de aprendizaje. Nuestro objetivo es crear un entorno en el que los niños se involucren profundamente en sus actividades. Pero un niño con un bienestar emocional deficiente no puede involucrarse profundamente.
En palabras de Antonio Damasio, nuestro cerebro es una interfaz que conecta nuestro cuerpo y nuestra mente. Hay conexiones claras entre la emoción y el aprendizaje: hay un componente emocional en la toma de decisiones. Las emociones tienen un papel importante en el razonamiento de nivel superior.
Los niños aprenden a través de relaciones receptivas y recíprocas. Vemos el desarrollo social como una parte intrínseca del desarrollo cognitivo: a través de la actividad compartida, la comunicación, la cooperación e incluso el conflicto, los niños co-construyen su conocimiento del mundo. El espacio de Kaleide está diseñado para facilitar el encuentro y la interacción entre los niños, aunque también existen espacios que permiten el recogimiento y la concentración.
Cuando un niño o niña no se siente bien a nivel emocional es difícil que pueda participar plenamente e implicarse en las actividades de la escuela. Hoy sabemos que hay múltiples conexiones entre las emociones y el aprendizaje, y que la toma de decisiones está mediada por nuestras emociones.
Los niños y niñas, como seres sociales, aprenden a través de sus relaciones con otras personas. El desarrollo social es una pieza clave del desarrollo cognitivo: las actividades compartidas, la comunicación, la cooperación e incluso los conflictos, permiten a las criaturas co-construir su conocimiento del mundo.
El entorno que queremos proporcionar a las participantes se asemeja al de una familia extensa, en la que todos los integrantes se conocen y se cuidan mutuamente.
Las relaciones afectuosas preparan a los niños para una receptividad inicial a nuevas experiencias y aprendizajes. Fomentamos la inteligencia emocional de los niños promoviendo la empatía, una actitud solidaria hacia los demás, la resolución no punitiva de conflictos y las habilidades de comunicación. Evitamos emplear castigos y recompensas como herramientas de control de la conducta infantil. Ante cualquier situación problemática, las facilitadoras no emiten juicios sobre la conducta de ningún participante, no los etiquetan con calificativos ni los aíslan, sino que les animan a hablar de lo sucedido y a tratar de resolverlo por medio de la empatía.

Para nosotras, el comportamiento de los niños y niñas (igual que el de las personas adultas) es una proyección visible de su bienestar emocional, y tratamos de entender y abordar el origen de esos problemas colaborando mano a mano con las familias. Cuando se den situaciones recurrentes de agresividad, apatía o tristeza, las facilitadoras podrán valerse de estrategias basadas en el trabajo del profesor Ferre Laevers (del Centre for Experiential Education de Leuven, Bélgica) para contribuir al bienestar del niño o niña y permitirle descargar sus emociones a nivel físico sin lastimar a nadie.
Alentamos siempre la expresión de emociones, incluso de la ira, porque todas son necesarias y valiosas para nuestro equilibrio y nuestra salud mental. En momentos de mucha intensidad emocional, a veces los niños y niñas expresan sus emociones hiriendo a otras personas: golpeando, dando patadas o mordiscos, escupiendo, arrojando arena, insultando... En Kaleide fomentamos que puedan dar rienda suelta a esas emociones (de forma no dañina) como parte del proceso natural de re-equilibrio y de aprendizaje emocional. Entre las estrategias que empleamos (y que puedes usar también en casa) están:
golpear almohadones
hacer una batalla de almohadas
lanzar pelotas a un blanco o a un dibujo de un rostro enfadado
dibujar una caricatura de alguien que nos ha molestado y tacharla o romperla
morder objetos limpios y que no tengan aristas (una toalla, un juguete blando)
pisotear latas de aluminio
dictar o escribir una nota explicando por qué nos sentimos mal
rasgar papel de periódico y hacer bolas aplastándolo
golpear una bola de arcilla con una maza o con el puño
empujar contra una almohada que sujeta una persona adulta
golpear un saco de boxeo
lanzar globos con agua a un blanco
insultar o reprochar a una persona adulta (como parte de un juego de rol supervisado)
jugar con arcilla, plastilina, slime
hacer lucha libre (permitiendo siempre que el niño o niña sea el "más fuerte" y quien dirija la acción)
gritar
dar un empujón a una pared acolchada
poner caras desagradables
golpear un objeto que no pueda romperse ni hacernos daño
luchar con espadas de cartón
correr
explotar bolitas de plástico de embalar
dar pisotones en el suelo
pintar o dibujar con rabia
Es importante que la persona adulta que esté al lado del niño o niña durante este proceso de descarga física se encuentre serena y no se contagie de las emociones de la criatura para poder brindarle apoyo en el momento necesario.
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